Esperar fue mi mayor recompensa

A veces pasa que conoces a alguien cuando menos lo esperas, o cuando menos lo deseas, así me pasó. Después de dos relaciones con un horrible comienzo y final, me di cuenta del tipo de amor que no quieres, esos en los que pierdes más que lo que ganas. Estaba cansada, creyendo que el "amor perfecto" no era más que un cuento creado y reafirmado desde la niñez con otros tantos cuentos, en los que al final la chica se casa con el príncipe encantador, y con un  "vivieron felices para siempre". Cuando los días transcurrían en una rutina en la que sólo era trabajar y estar en casa ¿cómo podía conocer a alguien? Pues pasó, yo trabajaba en una tienda, y él entró. Fue un flechazo instantáneo, de esos que sientes cuando eres adolescente. Empezamos a salir, y pasó poco tiempo para darme cuenta de que él no era perfecto, no era el príncipe a caballo que me daría el beso para nuestro final feliz. Él era mucho más que eso. Era quien complementaría mi vida, haciéndola ambos perfecta, y lo mejor... el final lo escribiríamos nosotros. Pasamos cada día de nuestras vidas tratándonos como si fuera la primera vez que nos conocimos, fortaleciendo nuestra amistad, haciendo planes como equipo, dándonos ánimo como compañeros. Lo que nunca había vivido, lo vivo con él. Vivimos un amor en donde no se piensa solo en uno mismo, sino en un "nosotros". Ha pasado el tiempo, los años ya empiezan a verse reflejados en nuestros cuerpos y rostros, pero ambos seguimos tratándonos como si fuésemos eternos, cuidándonos mutuamente cada día, y escribiendo nuestra propia historia. Haber esperado fue mi mayor recompensa, después de haber vivido años de sinsabores. Hemos crecido juntos y lo amo con toda mi vida.